lunes, 18 de julio de 2011

Parque Miraflores


Me preguntan a menudo si la finalidad de este blog es social. Yo respondo que no lo es si por social entendemos un espacio donde se da preeminencia a las necesidades concretas de los que habitan en un entorno. Es decir: que no me voy a un barrio porque me hayan avisado de la existencia de grietas en viviendas de protección oficial recién construidas. Puede que hable de esas grietas, pero el objeto de esta bitácora no es la denuncia, ni ir siempre a lugares problemáticos para señalar fallas. Quiero darme la libertad de hablar de lo que los lugares me sugieran, con o sin lo social.

Sin embargo, y en un sentido amplio del término, ¿qué no es social? ¿Qué no hace uno (una) que no refiera y, por tanto, competa al resto?

Hoy me he ido a Sevilla, saltándome a la torera lo de "diario ligero de una que se pasea por la periferia madrileña". La invitación era suculenta: Charo, que sí escribe sobre entornos urbanos desde un punto de vista estrictamente social, me invitó hace ya casi un mes a visitar el parque Miraflores, que se recuperó para la ciudad gracias a las reivindicaciones de los vecinos, y que ejemplifica la importancia no ya sólo de la creación de espacio público, sino de la participación de los destinatarios en el proceso. Gestionar un proyecto común obliga a tener en cuenta las necesidades de los demás, y cuando se piensa en el otro se amplía la visión.  Que el proyecto salga adelante también conlleva tomar conciencia de algo que creo que hemos perdido: el poder de un colectivo para modificar la realidad. Además, ello implica responsabilizarse, cuidar de lo que se hace. Una de las acepciones del amor es el cuidado.





En María Auxiliadora cogemos el 15. Charo quiere que haga la ruta en autobús. Nos acompañan su hija Bárbara y Coradino. Pasamos por la Carretera de Carmona, donde antiguas fábricas de vidrio se están reconvirtiendo en lofts. Me dice Coradino que los barrios empiezan donde acaba la muralla, y que, a diferencia de Madrid, estos no están por fuera de la S-30. Charo me señala algunas colonias de viviendas; al parecer, el desarrollismo de los 50 y los 60 levantó en Sevilla edificios parecidos a los de Palomeras, en Madrid. Añade mi cicerona que los barrios que atravesamos son obreros, con mucha tradición sindicalista, y que la crisis destruye su identidad, pues si no hay trabajo un barrio no puede reivindicarse como obrero. Tal vez eso explique que los partidos de derechas estén ganando terreno por estos lares.

En el parque Miraflores había huertas. Hoy se ha recobrado su uso hortofrutícula. La Asociación de Vecinos empezó a pelear en los años 70 por la reconversión de este espacio, vertedero y yonkódromo por aquel entonces. Para ello esgrimieron el valor histórico de la zona, consistente en: un yacimiento calcolítico, un yacimiento romano, restos árabes, la Hacienda Miraflores, un sistema de riego de hace 400 años, el Puente Alcantarilla y la Finca Albarrana. 




Entrando desde la avenida Asociación de Vecinos (nombre por el que también luchó el colectivo junto con el de la otra avenida que flanquea el parque, la de la Mujer Trabajadora), lo que encontramos es un paseo de acacias y de pinos con el suelo de tierra. ¿La modalidad de secano es un diseño de parque adaptado a las características climáticas sevillanas, o es que no hay suficiente presupuesto para regar?






Llegamos a la única laguna natural de Sevilla, que es otro de los valores del sitio:




En uno de los extremos hay una valla blanca. Charo me cuenta que lo que hay detrás es un polígono industrial con escuelas talleres en las que los chavales de barrios marginales aprenden oficios, entre otros el de jardinería y cuidado de la huerta; algunos de esos chavales, cuya salida "natural" sin programas sociales adecuados es vender hachís o algo peor y sacarte la navaja, han trabajado en la construcción del parque, tanto de la huerta como de algunos edificios. La fiesta de clausura de las escuelas de la zona norte se celebra aquí, y Charo dice que es digno de ver cómo jovenzuelos de los que hacen que te cambies de acera si te los encuentras por la calle te cuentan la restauración del molino en la que han currado. Es decir: te cuentan cómo han aprendido a implicarse, y a no sentirse excluidos socialmente. También dice Charo que sus familias, casi todas con problemas graves de paro, drogas y delincuencia, lo agradecen MUCHO. Por lo visto, ningún medio de comunicación viene al barrio para hacerse eco de estos logros. Sólo salen noticias sobre la delincuencia.




La mencionada fiesta se celebra en esta finca, cuyo nombre he olvidado:





El parque es muy variado. Hay una suerte de cerro pelado, construcciones que protegen el acceso al sistema de riego, un molino, una noria semienterrada, una zona ajardinada de estilo árabe, sendas en las que restalla el amarillo, y por supuesto la zona de huerta. También está el arroyo Tagarete, que se entubó para evitar inundaciones.




























A algunas adolescentes sus padres les vetan el ir a alguna escuela taller sólo porque no quieren que atraviesen el parque solas. Charo me relata esto muy enfadada. En lugar de aprender, me dice, esas niñas se quedan en sus casas, sin hacer nada.  Y el parque no es peligroso. Ella lo atravesaba todas las mañanas cuando trabajó con colectivos del entorno.

Ahí va la Charo, con su vestido de japonesa:






Yendo tan sexy, tiene que tener cuidado con lo que hay en las inmediaciones:





Y aquí está con Coradino y Bárbara:





Gracias a los tres.