domingo, 23 de enero de 2011

La casa del fin del mundo


Ocurre así: durante años estoy segura de haber atravesado varias veces una ciudad mediana en algún lugar de La Mancha de cuyo nombre no me acuerdo porque los nombres no importaban nada; también afirmo haber visto el cauce del río Turia en días turbios, amenazando con desbordarse y dotar de mayor consistencia al aspecto mohoso de los edificios (el moho era en verdad polvo y miasmas de tubo de escape). Luego voy a antiguos mapas, busco la carretera que recorría la submeseta Sur y no hay ciudad alguna, sino pueblos de trazado esquemático y ralo. En cuanto al río, escribo ese recuerdo en un relato y enseguida me asalta la duda: ¿y si lo he soñado? Compruebo que cuando lo de las lluvias torrenciales y las inundaciones yo ni siquiera había nacido, ergo  lo he soñado. O me lo he inventado. Da igual: sigue formando parte de mi pasado. Es una imagen que alberga una sensación que tal vez sí tuvo lugar, y que he ido alimentando para fijar mi identidad, y por tanto mi sentido. Sin embargo, la forma de ese sentido es escamotearse. La última palabra de la memoria lleva al vacío. Marguerite Duras decía: he hablado de mí misma, como una plataforma monótona.

La casa del fin del mundo es un libro de Mónica Dickens que leí a los 10 años. O a los 11. Recuerdo la portada, un inmueble ruinoso y fantasmagórico; también recuerdo que escogí esa novela porque la ilustración me inquietaba,  y porque cualquier cosa que significara viajar a  la tierra de Oz o a un aquelarre debía ocupar un lugar en mis estantes. Yo creía que había mundos más allá de este, y que las ficciones contenían la clave de acceso. Esperaba levantarme cualquier día y salir volando por la ventana montada en una escoba. Bastaba con que diera con el libro secreto, o con la película, o con alguna fórmula reveladora en el Apocalipsis. Leía porque buscaba, y no empezaba por las palabras, sino por las ilustraciones de las portadas. A veces pienso que esa lectura previa de las imágenes se ha superpuesto a la lectura real, de modo que cuando trato de evocar el contenido de un libro lo mezclo con el que primeramente he imaginado. Muchos de mis recuerdos son de libros fantaseados. Por ejemplo, estaba segura de que La casa del fin del mundo narraba la historia de una comuna de niños a lo Pipi  Langstrum, pero no. Lo que contiene son tías viejas, animales y un par de hermanos abandonados por sus padres.


(Aquí otro ejemplo del tipo de portada que me gustaba.)


Creo que mis paseos tienen algo de esa manera en la que antaño seleccionaba mis lecturas: voy a la caza de algo revelador. Como ahora soy realista, espero que el desvelamiento ilumine ciertos aspectos de este mundo. No sé quién me contó que conocía a un tipo que se bajaba en las últimas estaciones de metro de todas las líneas de las ciudades que visitaba para adquirir otra perspectiva. El caso es que en esta búsqueda a veces me topo con las imágenes de mi pasado. Con mis libros fantaseados. Con la casa del fin del mundo. Este es el relato de uno de esos encuentros.

Vuelvo a Vallecas; esta vez bajo en Portazgo y tomo la calle del Payaso Fofó. Detesto los payasos.





Tengo apenas dos horas, y he quedado con tres arquitectas a las que no conozco de nada. Se supone que una de ellas fue a mi colegio, y que nos vimos centenares de veces por los patios y los pasillos. En efecto, su cara me suena, y al rato me invade esa sensación de estar indefensa ante mi pasado. Vuelvo a ser la que era, y no me gusta.

Vamos a un bar que parece de una peña del Rayo Vallecano, y ahora es el camarero el que se muestra indefenso ante nosotras: no pedimos cañas, ni vino, ni Coca-Cola ni sol y sombra, sino té con leche, té con limón, poleo. Él no está seguro de saber poner bien el té con leche. Está claro que a ese bar sólo entran hombres.

Las arquitectas van a presentarse a un concurso público. El Ayuntamiento ha derribado casi todos  los edificios de las colonias San Francisco Javier y Nuestra Señora de los Ángeles para crear un ecobarrio. Copio: "Albergará (el ecobarrio) 2.069 viviendas de protección pública que contarán con energías renovables para su funcionamiento, como el biogás, gracias a que la Junta de Gobierno aprobó el proyecto de urbanización del Plan de Reforma Interior (PERI) de la zona". Las arquitectas me explican y yo tomo nota. De lo que apunto, me interesa esto: "Es un vacío entre retículas. Las estructuras las dan." "Extrañas siluetas de las parcelas, a las que se tienen que adaptar los edificios; extrañas porque son irregulares." "Lo de alrededor tiene 3 alturas, y proponen 8." "La gente ve las chimeneas y se asusta." Las arquitectas están conmigo cerca de una hora. Luego se van a La Latina a comer cocido, y yo marcho a fotografíar el solar. Para llegar he de recorrer la calle del Payaso Fofó, que es muy larga, y donde hay edificios de los que yo llamo ilegítimamente "costeros", como éste:







Dicha calle tiene su zona verde (parque Fofó), que parece un cementerio:
 
 
 
 
 
Se llega a un bulevar peatonal donde alguien decidió que no habría locales comerciales:
 
 
 
 
 
 
Al final de este desangelamiento doblo la esquina y arribo a mi destino, es decir, a una de las imágenes de mis libros fantaseados. Lo primero que veo son cuatro enormes chimeneas que, según las arquitectas, producen recelo entre los vecinos, pues no sugieren nada ecológico, sino al contrario: parecen salidas de una central nuclear:
 


 
 
 
Conforme me acerco aumenta mi impresión de haberme topado con uno de esos pliegues temporales de los que hablan Deleuze y Guattari en Crítica y clínica (creo que es ahí) a propósito de la magdalena de Proust. Hay cinco niveles de paisaje conviviendo no sé si fraternalmente: las chimeneas, unos edificios modernos en un flanco, unas casitas que supongo más antiguas que la colonia derruida en mitad del barrizal, jardines y veredas por aquí y por allí,  superpuestos y sin función alguna (aunque la tendrá); y tres o cuatro inmuebles de lo que era la colonia, que supongo que no han sido echados abajo porque no hay manera de realojar a todo el mundo.
 
 
 
 
 
 
 










 
 
Haciendo de frontera entre este solar sin coordenadas espaciotemporales y el lunes 17 de enero a las 15:00 h en la avenida de San Diego está la casa del fin del mundo, motivo fundamental de este post:
 
 
 



 

 Me voy de allí mecida por la doble ficción.
 
Doy las gracias a las arquitectas y saco mi escoba.

34 comentarios:

  1. Te has superado.
    ¡No tengo palabras!

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  2. Como diría el perro de Bulgákov en Corazón de perro: U-u-u-u... (Moviendo la cola.)

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  3. Maravilloso, como siempre, comenzar la semana y descubrir una nueva entrada en tu blog.

    Ese análogo real de la casa del fin del mundo reconozco que tiene mucho encanto. Pero es un encanto que pasa primero por ser inquietud, un edificio tan frío, aislado, con ese barro húmedo en torno a él. El edificio tiene algo que atrae, seduce. Ha sido difícil ver las imágenes e intentar no plantarme delante de él, imaginar todo lo posible, hasta el final, todos los testimonios de los que sería capaz. Sin duda un edificio de los que deja huella.

    El resto ha sido una delicia para leer y pensar. En el primer bloque, antes de comenzar la nueva andadura por Vallecas, hay ideas que me han sido simplemente emocionantes, como hacer de la portada de un libro el gesto decisorio para comenzar su lectura o la confluencia en una imagen entre los soñado, lo vivido o lo imaginado.

    Cuídate mucho y un beso!!!

    P.D. Correción me está matando.

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  4. Elvira,
    Me ha encantado este post. Definitivamente de lo mejor. La casa del fin del mundo desde luego vale para rodar una película en ella y las chimeneas al lado del futuro "ecobarrio" son una gran ironía. Tienes una mirada única sobre la ciudad, desde luego. Con este post me obligas a dos cosas: 1) leer sobre y buscar esos pliegues temporales de Deleuze y Guattari, que me parece una metáfora alucinante y 2) Enlazarte por aquí y por allá para que todo el mundo lea la belleza de tu escritura.

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  5. Por cierto, qué pasa con esos proyectos de "torres modernas" en barrios populares? Yo en Tetuán lo llevo fatal. Tengo incluso una foto en mi blog de una casita baja de una planta que ha quedado encajonada literalmente por dos construcciones modernas de cinco plantas ("Tetris Tetuán").

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  6. Gracias, Emilio. El edificio causa en efecto tanta inquietud que merece la pena acercarse. No creo que tarden mucho en echarlo abajo.
    Lee El frío, o El sótano, o El aliento si no puedes con Corrección.

    Bea, a ver si saco tiempo y me llevas a ver las casitas encajonadas. Y mil gracias por hacer de vocera.

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  7. El texto me ha encantado, pero lo que me cabrea muy mucho es que hayas estado al lado de mi casa y no hayas gastado una llamada de móvil para que te invitara a otro té...
    Eres malvada, Navarro...
    Beso

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  8. Fue una excursión improvisada y sólo tenía dos horas para que las chicas me contaran y hacer las fotos. Luego tenía que dar un taller. ¡Piedad, Antonio!

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  9. Esta entrada, intuitiva hasta la extenuación, te confirma de una vez por todas como Bruja Periférica. ¿Para cuándo una clase magistral en alguna facultad de Arquitectura,o en general para arquitectos/as que busquen algo un poco más allá de la vanidad y el lucro económico a los que tanto se presta su profesión? Aunque realmente también vale para tus clases de pequeñas novelas (inquietantes), con su arranque genial.
    Sea como sea, me gustaría estar entre ese alumnado.
    Besazos y apretujones.

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  10. Uf, Charo, creo que son más bien los arquitectos quienes me tienen que dar algunas clases a mí.
    Se agradecen los achuchones.

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  11. Vale, pero si todo fuera más flexible y no estuviera tan fraccionado el conocimiento, la presencia de este blog en facultades de Arquitectura no sería nada extraño, y las usuarias de las construcciones acabaríamos ganando. No me digas que no: que si a esa Carmen Maura de aquí abajo, que está que se sale, le hubieran hecho un pisito más apañao y en un barrio más compuesto, ¡a lo mejor no hubiera tenido que cargarse al marido de un jamonazo!, aún reconociendo que fue un asesinato artístico a más no poder...

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  12. Impresiona la imagen de la casa sola. Podría ser la casa del fin del mundo. Siempre habrá una casa en el fin del mundo, porque el mundo siempre acaba donde hay una casa sola.
    Este edificio se ve que vive esperando la muerte. Su demolición es inminente. Vive y se consume frente a la mirada ausente de los edificios vecinos. Las ventanas tapiadas responden al intento de que nadie lo ocupe, y al de que nadie escape a su destino, metafóricamente, de caer, desaparecer, y de ser sustituido por otro nuevo, más joven y más lleno de vida.
    Pero, como una brizna vivificante en el desierto, la casa parece que aun tiene energía y destila algo de vida, arañando la supervivencia. Lo vemos en las ventanas de las que cuelga ropa tendida. Ropa tendida, que en este caso es como hierba en el desierto, insisto. A lo mejor son inquilinos disconformes, propietarios también disconformes o, quien sabe, "okupas" disconformes o aprovechados. Quien sabe. Son, al menos, dos viviendas en las que vive gente (por lo que se ve en las fotos), razón suficiente para que el edificio no pueda demolerse. Anacronía, tal vez, y extemporaneidad momentánea, que sin dilación los gestores tendrán a bien resolver desde sus modernos y cómodos despachos, para beneficio y contentura de quienes fabrican la urbe madrileña agolpe de talón (o patada).

    Todavía hoy es posible descubrir casas en el fin del mundo en la periferia de Madrid. Todavía, antes de que dejen de serlo, porque el respiro de la "crisis del ladrillo" comienza a cobrar aliento y la piqueta va a piñón fijo...
    Saludos,
    Enrique.

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  13. Charo, mi experiencia con los arquitectos (con arquitectas, más bien) es que tienen una conciencia infinitamente más amplia que la tuya y la mía de las posibilidades de un edificio. Otra cosa es que acaben ciñendo las miras al bolsillo.

    Claro que es la casa del fin del mundo, Kike. ¿Qué te creías? ;-)
    Según me contaron las chicas, la calidad de las viviendas deja bastante que desear, así que tal vez los vecinos salgan ganando cuando los realojen. Tema aparte es que tengan que dejar sus casas en contra de su voluntad, aun cuando éstas estén en un estado deplorable. Me resulta difícil posicionarme sin conocer bien la situación, la verdad.

    Besos a ambos.

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  14. ¿Qué le preocupa a un arquitecto hoy?
    http://blogs.elpais.com/del-tirador-a-la-ciudad/

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  15. Gracias, E. y E. (Arquitecta). ¿Qué te parecen (a la E. (Arquitecta) esas declaraciones? Considero que están bien dentro de lo políticamente correcto, lo abstracto y lo dirigido a un público concreto (como las entrevistas a escritores, básicamente).

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  16. Se me olvidaba: he moderado los comentarios para evitar troles. Lo digo por ti, E.(Arquitecta), que veo que has mandado el comentario dos veces.

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  17. En mi foto de la casa del fin del mundo hay una razon por la que sigue en pie, asomada a una ventana, una imagen inquietante...
    Habra que volver cuando haya dejado de ser Vallecas...
    Nazaret

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  18. Me encantaría ver esa razón inquietante, Nazaret.

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  19. La casa del fin del mundo es un libro muy interesante que jusamente tiene mucho suspendo y es atrapante. ME lo llevé unas vacaciones a uno de los hoteles cinco estrellas en los cabos, Mexico, hace varios años. La pasé tan bien en esas vacaciones que todavía no se si es por el hotel o por el libro... Creo que por las dos cosas jaja Se combinaron perfectamente.
    Saludos
    Mica

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  20. Me alegra que las dos hayamos disfrutado el libro.
    Un saludo.

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  21. Magníficos los paseos que relatas en tu blog. Muy buen ojo para sacarles miga! Tan inspiradores que pienso imitarte en cuanto tenga ocasión.

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  22. Desde luego, si tuviera pasta y labia, te convencería para publicar la recopilación de artículos de madridesperiferia en una peaso edición con fotos y encuadernación de lujo, of course. El trabajo lo merece. (no te halago más, que he leído lo de Jodorowsky...prefiero no levantar sospechas).

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  23. Gracias de nuevo. Sería genial tenerte de editor. Y no te haría falta labia: ya me has convencido.

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  24. Periferia, he copiado en mi ordenador una de tus fotos de la casa del fin del mundo. Si no te parece bien, simplemente escribe NO y me deshago de ella.

    Saludos.

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  25. Me parece perfecto, Anónimo. Puedes copiar las fotos que quieras.

    Un saludo.

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  26. Creo que ya han demolido la casa del fin del mundo. Es paradójico que a 10 minutos a pie de esta casa esté la Asamblea de Madrid. Un abrazo Elvira y enhorabuena por tu blog.

    David Burgos

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  27. Gracias, David. Si puedo, me pasaré por allí. Tengo curiosidad por ver en qué se convierte aquello.
    Un abrazo.

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  28. Hola, Elvira:
    Me ha encantado esta entrada. Las fotos tienen tanta nostalgia...Me lo apunto a favoritos.
    Muchos besos!

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