lunes, 31 de octubre de 2011

Heridas abiertas. Sobre conejos, SEPES, el antiguo Parque de Ingenieros y la Asamblea de Villaverde /15-M




Cuando echaron abajo el Muro de Berlín hubo una invasión de conejos en los parques de la ciudad. Al parecer, eran conejos marrones, mansos y orondos. Así los muestra  el documental: Mauerhase (traducido al español por Conejo a la Berlín). Estos animales habían vivido durante veintiocho años en la franja del Muro, una suerte de Cielo de los Roedores de 120 kilómetros. Allí no había zorros, ni lobos, ni ningún otro depredador, y los conejos disponían de un jugoso césped sobre el que ensayar su constante y discreto movimiento de carrillos. Erich Honecker, que fue presidente de la República Democrática Alemana, decidió protegerlos, y el gesto tiene una lectura siniestra, ya que Honecker no vacilaba en liquidar a los disidentes que trataban de huir al Oeste. El presidente no contó con que las madrigeras de los conejos pudieran atravesar el muro, y el día en que empezaron a aparecer conejitos gordos de miradas apacibles encaramándose a las jardineras de la ciudad decidió echar veneno en el césped de la franja. La decisión los hermanó con las ratas. Ya no eran simpáticos animalitos de piel mullida, suave y proclive al placentero enterramiento de falanges, sino una plaga.  Las plagas son langostas devorando cosechas, y cucarachas que corren bajo las paredes empapeladas de las casas. Algunos conejos sobrevivieron al césped envenenado, y cuando derribaron el Muro, la diezmada población vagó  por la ciudad. Se cuenta que no sabían sobrevivir.  La ignorancia los convirtió en  el símbolo de los habitantes del Este, que tampoco sabían cómo pasar a la siguiente pantalla.

Que los conejos se convirtieran en símbolo popularizó el relato, lo que significa que éste es narrado en unos términos algo bobos. La sinopsis de Conejo a la Berlín dice así: "La historia nunca antes contada de los conejos silvestres que vivieron entre los Muros de Berlín. Durante 28 años la Zona de la Muerte fue un hogar seguro para ellos: llena de hierba, libre de depredadores y con guardias que los protegían de la gente. Vivían encerrados, pero felices. Cuando su población creció demasiado, los guardias comenzaron a eliminarlos. Pero los conejos sobrevivieron y permanecieron allí. Lamentablemente, un día el muro se derrumbó. Los conejos tuvieron que abandonar el cómodo sistema. Se mudaron a Berlín Occidental y algunas colonias han vivido allí desde entonces. Todavía están aprendiendo a vivir en el mundo libre, al igual que los ciudadanos de Europa del Este".





¿Se puede decir de un conejo que es feliz? ¿Y que se mudó? ¿Y que está aprendiendo a vivir en el mundo libre? ¿Qué es exactamente el mundo libre para un conejo? ¿Se ha convertido el relato de los conejos del Muro para los berlineses en una fábula?

El señor conejo consideraba que su vida era razonablemente feliz. Sin embargo, un día echaron cemento sobre su madriguera, y no tuvo más remedio que mudarse.





Ignoraba esta historia. Me la contó Teresa Amor, y fue a propósito de otros animales que habitan lo que fue el Parque de Ingenieros, objeto, aunque por el momento no lo parezca, de esta entrada. El  antiguo  Parque de  Ingenieros, donde reinan las perdices y los cernícalos, está en Villaverde, y lo delimita un muro blanco, añoso, familiar porque se parece a los muros que en mi infancia rodeaban cualquier cosa oficial: los muros del colegio, los muros de las vías del tren, los muros del cuartel de la Guardia Civil. Aquellos muros siempre daban la impresión de que podían saltarse, y ahí estaba la piedra mal puesta, encalada apenas, en la que auparse y pasar al otro lado. Venía entonces ese ligero temor de perros al acecho, de pozos, pues hasta hacía poco los niños se ahogaban en pozos que parecían crecer bajo la hierba, pozos que nadie usaba y que estaban allí para que te encontraras con la muerte.





El Parque de Ingenieros tiene una larga historia que no voy a contar aquí. Hasta hace muy poco perteneció al Ejército, y era un cuartel que llegó a estar ocupado por unas mil personas según Pedro Montoliú, cronista oficial de la Villa de Madrid. Para ir hay que tomar la línea 5 de metro, bajarse en Ciudad de los Ángeles y atravesar unas cuantas calles con nombres de zarzuelas. Lo que viene a continuación es como si hubiesen demolido una colonia en el centro de la ciudad, no hubieran recogido los escombros y hubiesen pasado once años, tiempo suficiente como para que los cascotes se cubran de tierra y el paisaje parezca, de una forma extrañamente natural, lleno de montículos ásperos.





Desde luego, un sitio así es una orgía para los niños. Un solar dantesco, una galaxia en pleno centro de la ciudad. Sobre los solares ya le robé un día las palabras a Vicenç Pagès Jordà. Decía este autor en su novela Los jugadores de whist que estos son una etapa del proceso de urbanización, etapa en la que un terreno baldío acaba siendo parcialmente cercado por edificios e invadido de trastos, ladrillos y escombros. También decía que la mezcolanza, por ser cambiante, torna el lugar en inexplorado, y que por ello se convierte en un cuarto de juegos salvaje. Por último, Pagès Jordà añadía que cada vez que una ciudad pierde un solar, pierde "un espacio abierto, un laboratorio, una excepción". Me mostré de acuerdo con la visión de este escritor catalán, y lo sigo estando. Sin embargo, visitar el Parque de Ingenieros, que como he dicho es un solar dantesco, me ha hecho matizar mi postura. A partir de ciertas condiciones de crecimiento y de necesidades de un barrio los solares comienzan a ser inasumibles. Además, y si me pongo pedante, su condición de excepción no casa bien con que pasen a ser, por la inercia de su permanencia,  algo estable. Si para más inri acceder a ellos no es fácil porque hay que dejarse las rodillas en el muro, asunto éste sólo viable para niños, adolescentes y algunos adultos amantes del plan Rambo, la cosa se pone peor: ese espacio raro y público casi por casualidad deja de ser tan público.

Pedro  Marcos, que trabaja para SEPES (Entidad Estatal de Suelo adscrita al Ministerio de Fomento), me va a enseñar el lugar y a contarme el proyecto de edificación. El origen de lo que aquí vamos a relatar está en que el Consejo de Ministros decidió autorizar a SEPES a contratar las obras del antiguo Parque, que llevaba cerrado una década. El objetivo de fondo es la regeneración de suelo urbano emprendida por el Ministerio de Fomento a través de la Entidad Estatal de Suelo.

Quedo con Pedro en una de las puertas del recinto.  Llega  en un coche  de cristales ahumados. Supongo que se trata de un coche oficial.  Lo acompañan dos  hombres: Francisco López Groh,  urbanista de gran prestigio, y Miguel A. García, de la dirección de  Relaciones Institucionales  de SEPES . Teresa Amor, que es periodista, viene más tarde en su propio coche, o eso creo.

Pedro me habla de un concepto que a él le gusta utilizar, y que no sé si es suyo: el de herida urbana. Me lo explica con relación al Parque de Ingenieros. Durante once años, me dice, los vecinos de Villaverde sólo han visto un enorme espacio amurallado en el corazón de su barrio, un espacio que ni siquiera servía para pasear a los perros. Hasta hace relativamente poco allí habían vivido militares en unas condiciones privilegiadas; luego, cuando los cuarteles se desmantelaron, demolieron los edificios para evitar que se ocuparan, y ni siquiera recogieron los escombros (añade alguien a su lado:  "los militares no están obligados a nada"). El lugar se convirtió en una parte del cuerpo urbano que no funcionaba. Como una vena que se tapona, o un tímpano que estalla.





Me cuentan que el Parque de Ingenieros tiene una extensión aproximada de veintisete campos de fútbol. El terreno está destinado a la construcción de viviendas de protección oficial, plan que chocó con las reivindicaciones de algunas asociaciones de vecinos, que   demandaban más   terreno para zonas verdes e infraestructuras. Dichas reivindicaciones tienen su origen hace más de 20 años, cuando la Asamblea Cívica de Villaverde negoció con las  administraciones y  llegó a un acuerdo que permitía al Ministerio de Defensa abandonar las instalaciones sin coste alguno. En su momento, dicha solución apuntaba  a  la  recalificación de 32.000 metros cuadrados (un 12% del terreno) para suelo residencial (unas 700 viviendas como mucho); la actual propuesta triplica el número de viviendas negociadas entonces (fuente aquí). "Desde los años 70 existe la inercia de reivindicar que las antiguas zonas del Ejército se conviertan en parques, pues se tiene la idea de que un parque responde más a la idea de espacio público que unas viviendas", me dicen  mis cicerones. "Sin embargo, ¿qué pasa cuando un barrio no tiene suelo para  edificar, y los hijos de los parroquianos se ven obligados a irse a otros barrios? ¿No es eso una necesidad también pública?".  Y es que  SEPES se defiende:  el proyecto, insisten,  se hace eco de la reivindicación, como prueba  el hecho  de que una parte del terreno haya  sido donado al Ayuntamiento para que lo dividan entre zonas verdes e  instalaciones deportivas,  lo que  subsanará  algunas de las carencias de Villaverde. Como colofón al tema ecourbano, me informan de que el psiquiatra Felipe Reyero Pantigoso ha lanzado la idea de poner un huerto  destinado a terapia, asunto éste que da pie a que López Groh  comente que en el futuro, habida cuenta de que la precariedad amenaza con extenderse, los jardines y las jardineras de las colonias, ocupadas hoy por bojes y otros arbustos, pasarán a ser huertos que abastezcan al vecindario. Afirma  el experto  que el fenómeno ya se observa en Nueva York.

A SEPES   le interesa que los vecinos participen en el proyecto. Pedro me cuenta que hasta hace poco los proyectos se ejecutaban al margen del vecindario, y que ahora quieren implicar a lo beneficiados. Si bien hay una contradicción entre, por un lado, que los planes los haga el Ayuntamiento y, por otro, la voluntad real de participación, lo cierto es que organizar actividades para explicar qué es lo que se va a llevar a cabo y dejar un margen a iniciativas como la de Felipe Reyero Pantigoso permite no generar resistencias absurdas cuando el proyecto está bien pensado y recoge parte de las necesidades del barrio.

Existen foros de debate donde se discute el plan de SEPES. Por ejemplo, el de El Espinillo. Y también algunos blogs, como Gente de Villaverde. En dicho blog hay información detallada sobre la contratación por parte de SEPES de las obras de urbanización del antiguo Parque Central de Ingenieros de Villaverde.


15-M / Asamblea de Villaverde

Al parecer, casi todas las asociaciones de vecinos apoyan la actuación sobre el antiguo Cuartel de Ingenieros. Se oponen la Asociación Vecinal La Incolora y la Asamblea de Villaverde con el argumento de que a sus ojos se trata de "un proyecto de especulación inmobiliaria en detrimento de la mejora de unos servicios públicos que son mínimos en Villaverde, continuando una lucha que se lleva dando en el barrio desde hace 20 años". Otras razones que se aducen son que en Madrid hay 3.000 viviendas vacías, que no se va a respetar el patrimonio arbóreo y que no se han contemplado criterios de sostenibilidad  medioambiental. Cabe decir a este respecto que el primer argumento, el de la especulación urbanística, es falso. Por especulación se entiende la venta del suelo al mejor postor. Las 1.700 viviendas que van a construirse están protegidas, es decir, que el precio va a ser fijo*;  conceptualmente, por tanto, no puede afirmarse que se vaya a especular con el suelo. Hacer sinónimas la simple venta y la especulación es mezclar las churras con las merinas. Digo esto porque, según lo que he podido averiguar, la parte en discordia sólo admite como fórmula no especulativa las Cooperativas en Régimen de Alquiler de Renta Baja. Seguramente tienen razón cuando  señalan  que son pocos los jóvenes que pueden permitirse una hipoteca, pero ese argumento es distinto a denunciar una especulación que no existe. Cabe asimismo preguntarse si la confusión de los términos es azarosa, o es que queda mejor como eslogan. Añado que  me parece  una pena que razones muy válidas queden en tela de juicio por la sospecha de estar manchadas por tergiversaciones para ganar adeptos, y que este fenómeno es un mal que corroe la política, incluso la que se quiere alternativa. Por otro lado, SEPES  se queja de que en la inauguración de las Jornadas de puertas abiertas que tuvo lugar en el Parque de Ingenieros se ofreció a la Asamblea de Villaverde un espacio para explicar a los vecinos por qué se oponen a la actuación y recoger firmas; sin embargo, dicha Asamblea prefirió no dar explicaciones y reventar el acto con el fin de salir en la prensa. En el Manifiesto contra la Especulación en el Cuartel de Ingenieros (el título del manifiesto le da la razón a SEPES   cuando dicen que están enarbolando algo que no es cierto: que se va a especular) se expone que: “la Asamblea Popular de Villaverde no va a participar en ninguna actividad que pueda suponer una legitimación de este disparate que se quiere perpetrar en el Cuartel de Ingenieros de nuestro Barrio, de nuestro Distrito”, por lo que podría interpretarse dicha actuación en coherencia con lo que se reivindica (ya señalé más arriba que hay una contradicción entre la pretensión de que los vecinos participen que tiene SEPES  y la participación real, que es escasa; aquí habría que darle la razón a la Asamblea). En cuanto a las otras pegas, la de aplicar un criterio de sostenibilidad energética y la de respetar el patrimonio arbóreo, cabe señalar  que es precisamente el criterio de sostenibilidad el que se está aplicando para adjudicar los proyectos, y que una parte de los árboles del antiguo Parque de Ingenieros se va a respetar. Tal vez la manera de gestionar ambas cuestiones no responda exactamente a lo que pide la Asamblea; sin embargo, no puede  afirmarse  que no se hayan tenido en cuenta ambos puntos,  según se deduce en el Manifiesto. Como colofón a lo dicho, esta humilde ciudadana que tiene algo de fe en el 15-M pide que sus formas no sean manipuladoras.





Doy las gracias  a Pedro Marcos, Teresa Amor, Francisco López Groh y Miguel A. García por enseñarme el antiguo Cuartel de Ingenieros y mostrarme su ilusión y compromiso en este necesario y polémico proyecto, y a Gonzalo Cortizo por ponerme en contacto con SEPES.

* Aunque hace tres años, cuando se compró el suelo,  Sepes dijo en una nota de prensa que las 1.700 viviendas serían "en su mayor parte protegidas" debido a que todavía no sabían cómo iba a gestionarse (el plan general prevé que un porcentaje elevado puede ser libre), luego se tomó la decisión de que todas las viviendas serían protegidas. Me dicen que así lo han hecho saber de manera repetida en todas las comunicaciones.