El efecto embudo supone un movimiento centrífugo que conlleva una huida poblacional desde el núcleo hacia la corona exterior, un proceso de expulsión que provoca ciertas resistencias en las zonas de acogida ante la llegada de personas y familias que intentan escapar desde el centro del embudo. El observador 1 lo ejemplifica de este modo: "Los que viven en las 534 y las 900, cuando pueden, se van a las 1.000; y los de las 1.000 se van a La Potrera, y los de La Potrera se van a la Lona, y así. Y todos le están temiendo a esos saltos". Los observadores nos llevan al centro del embudo. Paramos primero en las 534, conocidas popularmente como Las Casitas, donde según el observador 1 la exclusión alcanza su expresión más extrema. Estamos entrando en una especie de vertedero habitado. El observador 2 dice que éste es el culo de la ciudad. El observador 1 explica el fenómeno en los siguientes términos: "En los 70 construyen el primer polígono para solucionar la infravivienda del centro, que se agravó por la cantidad de gente que vino del campo. Los políticos hicieron los polígonos para alojar a toda esa gente. Al principio había cierta planificación, pero en los 80 meten a lo bestia a muchas familias que vivían muy mal, y ya se hace una entrada en este barrio sin una planificación. El PSOE en el 82 gana las elecciones y dice que la vivienda es un bien público, así que en esta zona, que es la última que se entrega, ya no hay propiedad privada, y además los vecinos que vienen son de refugios, chabolas y demás, y no saben convivir, ni pagan las rentas, y empiezan a vender los pisos que no son suyos, y todo esto se convierte en un tráfico de viviendas, y así hasta hace poco, porque la administración no quería hacerse cargo, y ahora parece que sí, aunque no sé, porque ya todo el mundo se ha acostumbrado a vender su vivienda, a enganchar la luz, a poner una puerta donde había una ventana y al revés, y por ejemplo, si tiene una avería el cuarto de baño, se quita el lavabo, y aparecen luego muchas goteras y se hacen polvo los pisos inferiores. Un vecino mío, gitano, arrancó la bañera para darle de comer al caballo. Además aquí, dentro de dos horas, si sales ves a un montón de personas que son muertos vivientes". Una gitana nos saluda desde la ventana de un primer piso. El portal está destrozado, y nos pregunta si queremos subir a ver aquello; creemos que ha reconocido a los observadores. El observador 2 nos señala unos locales comerciales abandonados justo enfrente, quemados por dentro y con impactos de bala en las paredes, que a él le recuerdan a los juegos de guerra de las videoconsolas. Más adelante nos muestra la remodelación de algunos bloques de viviendas, incluido el suyo. No entiende por qué han dejado su portal cercado con rejas en vez de cerrarlo con paredes.
(Lo anterior es un simulacro a partir de un estudio real que me ha facilitado Charo. No viene a cuento desvelar de qué ciudad se trata, por Charo y porque el fenómeno es aplicable a Madrid. Dejo aquí un artículo que cuenta la actuación del Ayuntamiento sobre barrios conflictivos; no se habla en él de cómo ha resultado el realojo de la población marginal. Algunas de las zonas que se refieren son las mencionadas por Esther en el post anterior.)
Salud.
Como un resorte para la memoria ha sido este ultimo inciso.
ResponderEliminarYo por aquel entonces era muy joven, tanto como para no darme cuenta de la cantidad de cambios en el paisaje urbano que se iban produciendo en una ciudad como Madrid. Por aquel momento sólo hacia caso a las advertencias que mis padres realizaban a la hora de recordarme que no debía salir a jugar a tal sitio cruzando dos o tres calles, “allá al fondo”, porque aquello era un pequeño poblado chabolista y no era un lugar seguro para niños. Al cabo de un tiempo esa advertencia dejo de escucharse, el poblado desapareció, la grandes maquinas hicieron presencia para devastar el pequeño poblado y paulatinamente hacer una avenida con su asfalto y trafico de coches corriente, zona comercial e incluso zona verde donde ahora si podríamos jugar.
Al mismo tiempo, en el margen de la radial M-30, se levantaba un edificio descomunal para lo que yo comprendía en aquel momento ser un edificio de viviendas. A esta monstruosidad se le dio el nombre de “El Ruedo”, en el barrio de Moratalaz, aludiendo a su forma casi circular, junto a otro edificio al que se le denomina “La Herradura”. Las primeras veces que lo ví fue de pasada desde el coche y el aspecto exterior, aquel que da a la misma M-30, era simplemente desolador, mas propio de una cárcel que de un bloque de viviendas. Nada de aquella mole de ladrillo naranja y ventanas pequeñas daba el más mínimo indicio de vida. En este edificio se realojó diferentes asentamientos chabolistas de todo Madrid, principalmente del Pozo de Huevo. Me preguntaba si aquella gente que vivía en chabolas calles allá al fondo de mi casa también habrían acabado realojados allí, supuse que si cuando me entere posteriormente que la gran mayoría de habitantes de ese edificio eran de etnia gitana. Muchas son las anécdotas que se escuchaban en los primeros años acerca de la vida que se hacia allí, desde la presencia de animales equinos asomando por las ventanas de algunas casas hasta el rumor de que se había desmantelado toda la red de tuberías y cañerías de todo el edificio para posteriormente venderlas como chatarra.
Cuando tuve la oportunidad me decidí a dar un paso mas allá e introducirme como mero espectador en el corazón del edificio, ese punto que nunca esta a la vista de quien contempla a menos que te dirijas a el expresamente, lo que allí vi me resulto chocante a la cara exterior tan inerte del edificio, todo él encierra en su interior un patio luminoso, con zonas verdes, aunque realmente deterioradas, los muros interiores del edificio están decorados con pinturas en formas geométricas de diferentes colores que recuerdan quizás a los patios de la zona sur del país. La cara interior del edificio bien podría ser un espacio de luz y convivencia entre los vecinos, pero no es así, es un espacio de desolación donde los más jóvenes se dedican a aprender los oficios de la marginalidad de los mayores.
Has titulado la entrada a este inciso numero seis “El efecto embudo”, y lo primero que me ha venido a la cabeza ha sido el dibujo de planta de El Ruedo, por que mas que un circulo, poco perfecto, parece que el bloque dibuja una espiral cortada que se prolongaría en el interior que es el patio del edificio. Espiral como las que provoca cualquier liquido vertido sobre un embudo a otro recipiente y que bien has definido como el movimiento centrífugo del núcleo hacia el exterior, pero la finalidad del embudo es llenar un recipiente con el contenido de otro, función que en el fondo, en mi opinión, es la quiere cumplir el ayuntamiento o las instituciones al cargo con los realojos de este tipo en arquitecturas como estas.
Siento mucho si me he extendido más de lo que en primer momento he deseado.
Saludos y espero que sigas con el blog.
me encanta el comentario creo muestra es el xoque entre la utopia y la cruda realidad, yo me pregunto muchas veces como acogerian las personas de un barrio las cosas tan xulas e inovadoras q proponen en las clases. Suenan bien pero una voz me dice q no siempre se saben apreciar y q no se puede obligar a nadie a formar parte de tu utopia.
EliminarHola a todos,
ResponderEliminarEl comunicante anónimo ha hablado de El Ruedo de Sáenz de Oiza. Un proyecto discutido y denostado por casi todos -al menos visualmente-. Su aspecto carcelario desde las fachadas que dan a la M-30 resulta impactante y a primera vista asusta un poco. La idea del arquitecto fue minimizar la presencia y el impacto ambiental de la autovía en el interior de las casas, para lo cual las ventanas se hicieron mínimas, al tiempo que la verdadera fachada se realizaba en el espacio común de una gran plaza ajardinada que serviría de distribuidor hacia los diferentes portales y como espacio de interacción vecinal. Probablemente el realojo encontró sus fallas, como suele ser la norma y aún más en este caso por ser un edificio gigantesco, en la inadaptación de los inquilinos o propietarios (no sé cúal es su situación) para vivir en un edificio de pisos por plantas en régimen de comunidad y con unas normas teóricas muy definidas y, a buen seguro, desconocidas para ellos.
Todas esas historias del burro en el ascensor o de las bañeras y tuberias arrancadas para vender, etcétera, podrían haberse dado, aunque dudo que haya sido lo habitual.
En cualquier caso, es imposible pensar que una población que vive en un ambiente marginal de infravivienda, con unas ocupaciones marginales y/o ilegales en muchos casos, con unas normas consuetudinarias elementales y al margen de las que rigen en la sociedad tipo y con unos hábitos y comportamientos absolutamente al margen de los reglados y considerados correctos en las sociedades avanzadas, sea capaz de adaptarse de inmediato a un nuevo modelo de vida nada más ser transferidos al piso protegido con que los poderes públicos ejercen su función protectora de los más desfavorecidos.
La realidad es otra. Los asentamientos marginales, los poblados de chabolas, la infravivienda o como queramos llamarlo, se eliminan de las ciudades en cuanto resultan incómodos a los planes de expansión urbanos. No hay más que ver cómo solamente después de planificarse tal o cual ensanche de algún punto de la periferia urbana, se agiliza el desmantelamiento del área marginal que entorpece el nuevo desarrollo. De inmediato aparecen los nuevos barrios y con ellos los edificios de realojo. Y con ellos nuevos problemas.
En realidad la ciudad crece de dentro hacia afuera y las periferias urbanas se pueblan de nuevas generaciones de habitantes del centro que se desplazan en busca de viviendas asequibles y acaban por encontrarse con los que ya poblaban aquellas zonas o nacieron allí. El flujo es centrífugo, en efecto, pero sería un efecto inverso del que se experimentaría dentro del embudo, el cual genera una atracción centrípeta. En este caso los flujos migratorios se moverían de la periferia al centro y serían engullidos por este. Pero veo que se trata de una paradoja inquietante que desafía la lógica gravitacional y esta, en el ámbito del comportamiento humano, nunca responde a leyes físicas, casi siempre a las caprichosas leyes del azar.
Un saludo y hasta pronto.
Kike.
Hola, Anónimo y Kike. Gracias por vuestros generosos comentarios. El Ruedo es también uno de los edificios que más me inquietan de Madrid, aunque se trata de una inquietud positiva. El edificio me gusta, a pesar de su similitud con la cárcel (o tal vez por ello). No he entrado nunca; probablemente mi percepción cambiaría, aunque, puesto que mi acercamiento tiene mucho de literario y en cierto modo busco en primer lugar la extrañeza, incluso al margen de consideraciones sociales (lo cual, y perdón por los paréntesis, no significa que no las tenga, sino que me interesa producir texto a partir de determinados aspectos de la ciudad), mi mirada es distinta. Estoy atenta a lo que puedo crear (o más bien a mi propia manera de construir la percepción), y eso no siempre tiene una correspondencia con lo que sería una percepción estándar (si es que existe algo así, que supongo que sí, pues si no nos entenderíamos en absoluto) de estos lugares. También es cierto que las situaciones límite me impiden modificar o alejarme de esta percepción estándar. Un día llegué al antiguo poblado de Los Cármenes; era imposible desviar la mirada hacia otra cosa que no fuera las condiciones deplorables en las que vivía esa gente.
ResponderEliminarMuy buena tu última observación, Kike.
Saludos a los dos.
Muy interesantes los comentarios. Yo compondría uno breve siguiéndoles el hilo. En efecto el efecto embudo sería centrípeto, como dice Kike. Y eso es así en un primer momento, cuando se lleva a cabo el realojo sin planificación en esa zona de vivienda pública. Ahí se está “llenando un recipiente con el contenido de otro”, como dice Anónimo, o como dice un amigo mío: se convierte esa zona del barrio en un “depósito de pobres”. El movimiento centrífugo viene después, cuando ya la degradación que ha traído el tráfico de vivienda y droga comienza a expulsar a esa población. Pero ciertamente hablamos de un efecto centrífugo con pocas pretensiones, que en su totalidad abarca una zona marginal de la ciudad y no tiene vocación de rebasar los bordes de ese embudo, por tanto con horizontes muy limitados. Se trata de huir de un grado mayor a otro menor de exclusión, pero con altos índices respecto a la media de la ciudad en todo caso. Otra cosa: los realojos es posible hacerlos si se realiza un seguimiento y un acompañamiento de esas familias y se les enseña a convivir, hacer que lleven a las niñas y niños al cole y organizar su economía para pagar facturas, etc. Pero para eso hay que creer en la posibilidad del aprendizaje permanente y en la igualdad de oportunidades, y hay que invertir. En fin, querida Periferia: con el embudo del neoliberalismo hemos topado, como siempre que nos aproximamos a los bordes…
ResponderEliminarJoder, tía, yo hablando del aprendizaje permanente y no aprendo a poner estos comentarios, cada vez lo hago de una manera, y de una vez a otra no me acuerdo, pero este quería firmarlo. Soy Charo, aunque quizás te habías dado cuenta. Con el embudo del neoliberalismo hemos topado, digo, y ése sí que es centrípeto, ¡no veas cómo tira!
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Charo. Aquí tú eres la experta. Otro hilo más del que tirar: lo centrífugo generado por lo centrípeto. Te confieso que no sé usar ambos términos sin una chuleta. Se trata de una extraña ¿dislexia? por la que soy incapaz de discernir signos como el de mayor o menor. Los llevaba apuntados siempre en los brazos en mis exámenes de matemáticas. También tengo problemas para distinguir la izquierda de la derecha sin pensar con qué mano escribo. En un viejo relato (que trataba sobre la ciudad, por cierto) usé esto, aunque con otro sentido. Empezaba así (lo leo ahora y no me parece una explicación adecuada de lo que digo, pero bueno):
ResponderEliminar"No me gusta mirar los mapas. Tengo una suerte de dislexia con ellos y, si no pongo una extrema atención, confundo unas calles con otras, de tal manera que cuando busco, por ejemplo, la plaza del mar, lo que hago es caminar justo hacia el lado contrario, hacia la avenida de las islas, y no porque confunda las direcciones, sino los nombres. Mi memoria los cambia de lugar. Me extraño entonces de estar caminando en sentido inverso –porque mi intuición, a la que nunca obedezco, no suele fallar-, pero aún así, me digo: sí, sí, la plaza del mar está por aquí, lo he mirado en el mapa. Y continúo, ajena a los letreros y fiel a un itinerario que sólo existe en mi cabeza".
Yo diría que el neoliberalismo es centrípeto y centrífugo, dependiendo de qué aspectos se consideren.
Muchos besos.
¡Qué casualidad tan rara! NO sabía que te pasara eso. Yo soy una zurda total que escribe con la derecha, y como lo consiguieron en la escuela a base de hostias, ya casi nunca cojo un boli con la izquierda, pero me es imprescindible hacer el movimiento "secreto" de la mano derecha escribiendo para distinguir la derecha de la izquierda. Con los signos mayor y menor me pasa como a tí, y de niña me pasaba con la z y la s, pero esto último lográ vencerlo a base de cabezonería. Creo que por eso no quiero tampoco conducir.
ResponderEliminarHasta hace poco me daba vergüenza hablar de todo esto, pero tu naturalidad me ha conmovido.
Pero tú no eres zurda, ¿no? Me sorprende que estas cosas pasen en gente de tu generación.
Sí, sí, lo del embudo neoliberal va en las dos direcciónes, según de qué hablemos, cómo no. Y qué bien lo literaturizas todo...
Besos y abrazos en todas direcciones...
Lo de la dislexia es un tema muy literario. Mi inconsciente lo usa además como excusa para no sacarme el carnet de conducir.
ResponderEliminarBesazo.
Elvira, yo creo que el patio de El Ruedo te gustará, si vas (por enésimoprimera vez). Las fachadas tienen una estética lo sifucientemente extraña. Extraña la forma, extraño el lugar, extraños los habitantes.
ResponderEliminarMe sorprende tanta mirada sobre la marginalidad de hace unos años. Del centro a las afueras. Centrífuga y centrípeta. Hoy, sin embargo, en muchos lugaraes y a otras escalas, inabarcables, ha adquirido el adjetivo de informal.
¿A qué te refieres con lo de "informal"?
ResponderEliminarYa sé a qué te refieres. No me hagas caso. Estaba uniendo el "informal" a la marginalidad y no al movimiento, y por eso te lo preguntaba.
ResponderEliminarSaludo.