lunes, 22 de febrero de 2016

El futuro ya está aquí: el PAU de Vallecas



Villa de Vallecas es el centro neurálgico de un distrito dantesco y mítico para bien y para mal en el imaginario de los madrileños. Es también la estación de metro más conveniente para mi paseo de hoy, que comenzará en el ecobulevar del PAU y abarcará parte del inmenso ensanche. Recomiendo visitar esta zona nueva en coche, o con unas buenas zapatillas y muchas ganas de andar. Y desde luego no en verano.

Yo no me puedo sustraer al verano. Hay una ola de calor, así que tomo la calle Sierra Vieja sin despegarme de las sombras que arrojan los toldos y los balcones. Esta parte del barrio tiene mucho de lugar intermedio entre la ciudad y un pueblo. Se conservan no pocos inmuebles de principios del XX, de ladrillo enjuto y oscurecido, aunque sobre todo hay pisos de dos y tres alturas y profusión de comercios. La altura de los pisos muta cuando la calle se abre en anchura y comienza a perfilarse como límite entre la parte más antigua de Vallecas y el llamado Ensanche o PAU de Vallecas, diseñado durante los 90 y que en 2004 aún no estaba finalizado, lo que motivó que los vecinos se organizaran en la muy reivindicativa Asociación Vecinal PAU del Ensanche de Vallecas. En su página web, www.paudevallecas.org, los post se suceden con una periodicidad casi diaria para dar cuenta de asuntos como la contaminación odorífera o la escasez de plazas escolares en el distrito.

La mentada contaminación odorífera no hace acto de presencia cuando al fin llego al bulevar de la Naturaleza. Al famoso ecobulevar. Debe ser porque hoy no se mueve una gota de aire, asunto éste que nos conviene para evaluar la utilidad de un proyecto que se pensó con muy buenas intenciones: acondicionar climáticamente un secarral y generar un espacio público para uso y disfrute de los vecinos, siendo dependiente esto último de lo primero. El bulevar se articula en torno a tres enormes cilindros distintos entre sí y concebidos para funcionar como árboles. Por sus paredes iba a haber una cortina vegetal. Uno de los cilindros, además, se encargaría de echar vapor de agua para mitigar solaneras como las de hoy. Se suponía que el resguardo ofrecido por el cilindro ahíto de vegetación y frescura atraería a los vecinos, y que estos se animarían a organizar actividades allí o en sus alrededores. Los usos previstos de este proyecto de los arquitectos de Ecosistema Urbano, que ganaron el concurso del Ayuntamiento de Madrid, van desde el circo en la calle hasta la tarde futbolera, pasando por ver la misa del Papa en directo desde Roma, todo lo cual da para pensar si eso coincide de veras con la llamada cultura popular o es la visión que unos arquitectos tienen de esa cosa también denominada pueblo, y que no se sabe muy bien qué es. Se trate de lo que se trate, entre los usos no se preveía que hubiera ninguno que plantease complicaciones ideológicas, intelectuales o políticas. ¿Se plegaban sus hacedores a la visión ramplona y franquista que el PP tiene de lo cultural y lo público?

Cuando me sitúo debajo del primer cilindro, que reina en mitad del bulevar desierto, lo único que veo son enormes paredes circulares que forman pisos en torno a una suerte de tela metálica que recuerda a las jaulas de los pájaros. Los maceteros, grises, están vacíos. El cilindro se asemeja a una nave espacial o a ese antiguo programa de televisión de estética entre onírica y futurista, El planeta imaginario. La pregunta aquí es obvia: si no hay dinero para el mantenimiento, ¿por qué llevar a cabo este tipo de proyectos? El bulevar en sí es interesante, y distingue a este PAU del de Las Tablas, monótono, conservador y caro. En esta parte del PAU de Vallecas se ha hecho arquitectura, como muestran los edificios Vallecas 16 o Vallecas 2, que se encuentran en el bulevar y que son bien sugestivos, al menos en sus fachadas, de estructura y materiales poco convencionales. Otros ejemplos de ello son el edificio Vallecas 20, negro, extraño, con ventanas que de lejos, y por el contraste, parecen ojos; y Vallecas 51, de SOMOS arquitectos, con una piel de policarbonato de distintos tonos de verde que vibra al graduar la tonalidad y el brillo. También merece atención el Centro Comercial La Gavia, de entrada discreta y elegante, un gran lucernario que permite la entrada de luz natural y, oh, ¡incluso áreas estanciales donde la gente puede sentarse tranquilamente en lugar de estar obligada a consumir o a transitar! Sí, es todo lo contrario de lo que ocurre en otros centros comerciales. Quizás no sea gran cosa, pero tranquiliza saber que todavía está permitido generar lugares en estos no lugares.

Como otros PAU, el de Vallecas trasluce las ideas que se tienen para el futuro. Se cumplan o no, algunas son francamente desoladoras: para ir de una acera a otra de la avenida Ensanche de Vallecas hay que cruzar diez carriles. De nuevo el coche reinando, esa necesidad del Capital y el Estado, que habría dicho Agustín García Calvo, y que hace que las ciudades sean menos ciudades para parecerse a carreteras. Esperemos que este futuro presagiado por los diez carriles ante los que me planto porque estoy a punto de reventar de tanto sol no tenga nunca lugar. Y que la vegetación crezca alguna vez en los cilindros del ecobulevar, que buena falta hacen aquí el fresco y el arropo

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